La historia de Violeta comienza en 2018. Madre e hijo, después de trabajar mucho tiempo en un restaurante, sintieron el impulso de crear algo propio.

Juntos desarrollaron el concepto. Tras un par de idas y vueltas (casi fue una cafetería), se decidieron por una idea que realmente los movilizaba: hacer un restaurante “diferente”. El objetivo era innovar con algo que, hasta ese momento, era poco explorado: comida vegetariana y vegana auténtica, que no necesitara parecerse a la carne.

La visión era clara: crear un espacio inclusivo, no exclusivo para vegetarianos o veganos, sino un lugar donde todos quisieran y pudieran ir. En ese momento, empezaron a probar ingredientes, a experimentar con recetas y a pulir ideas.

En octubre de 2019, Violeta abrió oficialmente sus puertas. Para este lanzamiento, se asociaron con Franco, quien también aportaba una vasta experiencia en el rubro.

Durante estos años, la idea inicial se mantiene intacta: ser un referente de la comida vegetariana e innovar constantemente. En el camino han sumado nuevos atractivos, como sus sangrías, el “Mojito Violeta”, opciones sin alcohol y un ambiente pet friendly. A pesar de haber atravesado una pandemia, con todos sus altos y bajos, Violeta se mantiene firme y “dando cara”, fiel a su esencia.

El origen del nombre no me acuerdo.